sábado, 1 de octubre de 2011

SOBBRE LA TERCERA EDAD



El otro día una persona joven me preguntó que se sentía ser viejo; me sorprendió mucho, ya que no me considero viejo. Yo soy ahora, probablemente por primera vez en mi vida, la persona que siempre quise ser. Hacerse viejo, he decidido, es un regalo. Algunas veces me desespero de mi cuerpo. las arrugas, las ojeras, las canas y la calvicie, y a menudo me sorprendo de la persona vieja que vive en mi espejo. No cambiaría mis sorprendentes amigos ni mi maravillosa vida, por menos canas y un cuerpo musculoso.
Al envejecer, me he vuelto amable conmigo y menos crítico de mí. Pero no me preocupo de estas cosas por mucho tiempo. Me he convertido en mi mejor amigo. No me regaño por comer esa galleta extra, o por no hacer mi cama o por comprar ese juego de jardín que no necesitaba. Estoy en mi derecho de ser un poco desordenado, extravagante y oler las flores… He visto a muchos amigos irse de este mundo muy pronto, antes de que entendieran la libertad que viene con hacerse viejo.
A quién le interesa si escojo leer o jugar en la computadora hasta las 4 de la mañana y luego dormir hasta el medio día? Bailaré conmigo a esos maravillosos acordes de los 50´s y 60´s y si deseo en ese momento llorar por algún amor perdido… ¡lo haré! Caminaré por la playa sin un traje de baño a pesar de las miradas de compasión de los que usan bikini. Ellos también se harán viejos, si tienen suerte.
Sé que algunas veces soy olvidadizo, aunque me acuerdo de las cosas importantes. A través de los años mi corazón se ha roto ¿Cómo no puede romperse el corazón cuando pierdes a alguien querido, o cuando sufre un niño, o cuando muere tu mascota? Pero el corazón roto es lo que nos da la fuerza, entendimiento y compasión. Un corazón que nunca se ha roto, nunca sabrá de la felicidad de ser imperfecto. Soy bendito por haber vivido lo suficiente para que mis cabellos se vuelvan grises y conservar la sonrisa de mi juventud. Tantos no se han reído, y tantos han muerto antes de que sus cabellos se volvieran plateados.
Puedo decir “No” y querer decirlo. Puedo decir “Si” y querer decirlo. Cuando vas envejeciendo, es más fácil ser positivo. Te preocupas menos de lo que las otras personas puedan pensar. Hasta me he ganado el derecho de estar equivocado. Me gusta ser la persona en la que me he convertido. No voy a vivir para siempre, pero mientras esté aquí, no perderé tiempo en lamentar de lo que pudo ser, o preocuparme de lo que será.
Comeré postre todos los días, si así lo deseo. Amare sencillamente, amar generosamente, hablaré amablemente. Y el resto se lo dejaré a Dios. ¡Qué bello es contemplar las flores y aspirar su fragancia en los ratos de nuestra vejez! ¡Que bellas son las mariposas que vuelan de flor en flor! ¡Sonríe cada mañana porque Dios se ha despertado antes que tú y ha colgado el Sol en tus ventanas!

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